Editado por el Immortality Institute
Traducido por Crionica.org
El uso de los nanorobots en las próximas décadas, permitirá mejorar e incluso sustituir completamente algunos de nuestros órganos. Si bien ya ha comenzado el proceso de mejorar los sistemas físicos y mentales, esto supondrá una mejora radical. Por otro lado, hoy en día ya sabemos cómo prevenir la mayor parte de enfermedades degenerativas por medio de la nutrición y los suplementos, lo que supone un puente hacia una revolución biotecnológica ya emergente, y que a su vez, será otro puente hacia la revolución nanotecnológica. Hacia el año 2030, la ingeniería inversa del cerebro humano se habrá completado y la inteligencia no biológica se fusionará con nuestros cerebros biológicos.
TODO ESTÁ EN LOS NANOROBOTS
En
una famosa escena de la película The Graduate (El graduado), el mentor
de Benjamin le aconseja sobre la carrera que debe elegir con una simple palabra: “plástica”. Hoy en día, esa
palabra puede significar “software” o “biotecnología”, pero en un par de
décadas significará probablemente “nanorobótica”. Los nanorobots (robots del
tamaño de una célula sanguínea) permitirán rediseñar de manera radical nuestro
sistema digestivo, y de paso, tal vez todo lo demás.
En una fase intermedia, los
nanorobots presentes en el tracto digestivo y en el torrente sanguíneo, primero
extraerán de forma inteligente y precisa los nutrientes que requiramos, pedirán
los nutrientes adicionales que pudieran necesitar a través de nuestra red de
área local inalámbrica personal, y dejarán pasar el resto de la comida que
comamos para ser eliminada.
Si
esto le parece futurista, recuerde que ya funcionan máquinas inteligentes que
se están abriendo paso dentro de nuestro torrente sanguíneo. Se están
desarrollando docenas de proyectos para crear “sistemas microelectromecánicos
biológicos” basados en el torrente sanguíneo
(bioMEMS) con un amplio espectro de aplicaciones terapéuticas y de
diagnóstico. Los dispositivos bioMEMS se están
diseñando para reconocer patógenos y suministrar fármacos de forma muy precisa.
Por
ejemplo, un investigador de la Universidad de Illinois en Chicago, ha creado
una pequeña cápsula porosa de sólo siete nanómetros. La cápsula posee unos
poros que liberan insulina de forma controlada, evitando además que los anticuerpos invadan las isletas pancreáticas
alojadas en la cápsula [1]. Este tipo de dispositivos fruto de la
nanoingeniería, ya han sido capaces de curar a ratas con diabetes de tipo I, y no parece existir ninguna razón para
pensar que esta misma metodología vaya a fallar en humanos. Sistemas similares
podrían liberar dopamina en el cerebro de pacientes con Parkinson, o bien
proporcionar factores (proteínas) de coagulación en enfermos de hemofilia, así
como fármacos para el cáncer que se administrarían directamente en el lugar del
tumor. Un nuevo ingenio dispone de casi 20 contenedores de sustancias que
pueden liberarse en el cuerpo humano en lugares y momentos programados.
Kensall
Wise, un profesor de ingeniería eléctrica de la Universidad de Michigan, ha
desarrollado una sonda neural minúscula que puede monitorizar de forma muy
precisa la actividad eléctrica de pacientes con enfermedades neurológicas. Se espera que futuros diseños también
suministren medicamentos en lugares del cerebro muy concretos. Kazushi Ishiyama
de la Universidad Tohoku en Japón, ha desarrollado unas micromáquinas que
utilizan tornillos giratorios microscópicos para suministrar fármacos en
tumores cancerígenos de pequeño tamaño [2].
Una
micromáquina especialmente innovadora es la desarrollada por los Sandia
National Labs, que posee unos microdientes reales y una mandíbula que se abre y
se cierra para atrapar células individuales a las que luego implanta ADN,
proteínas o fármacos [3]. Ya hay al menos cuatro conferencias de gran importancia
sobre bioMEMS y otras aproximaciones para
desarrollar máquinas a escalas micro y nano que se puedan introducir en el
cuerpo y en la sangre.
En
última instancia, podremos comprender cuales son los nutrientes exactos
necesarios para cada individuo (incluyendo todos los centenares de fotoquímicos
provenientes de las plantas) y estarán disponibles de manera sencilla y
asequible por lo que no deberemos preocuparnos más por extraer los nutrientes
de la comida. Simplemente, al igual que en la actualidad practicamos el sexo de
manera rutinaria con fines meramente placenteros, tendremos también la
oportunidad de hacer lo mismo con la comida y desvincular la ingesta de
alimentos del aporte de nutrientes al torrente sanguíneo.
Esta
tecnología debería estar lo suficientemente madura hacia la década de los años
20 (2020). Los nutrientes se introducirán directamente en el torrente sanguíneo
con la ayuda de nanorobots metabólicos.
Sensores en nuestra sangre y cuerpo, a través de comunicaciones inalámbricas,
proporcionarán información dinámica de los nutrientes necesarios en cada
momento.
Una
pregunta clave a la hora de diseñar este tipo de tecnologías será el modo en
que los nanorobots entren y salgan del cuerpo.
Como ya hemos mencionado anteriormente, las tecnologías con que contamos hoy en
día, como pueden ser los catéteres intravenosos, dejan mucho que desear. Un
beneficio importante de la nanorobótica es que, a diferencia de los fármacos y
los suplementos alimenticios, los nanorobots cuentan con cierto grado de inteligencia.
Pueden hacer sus propios inventarios, y entrar y salir del organismo de forma
inteligente. Un escenario posible es que llevásemos puesto “prendas nutritivas”
especiales, como por ejemplo cinturones o camisetas que se cargarían con nanorobots nutritivos que entrarían y saldrían del
organismo a través de la piel u otros orificios.
DIGESTIÓN DIGITAL
Llegados
a este punto de desarrollo tecnológico, podremos comer cuanto queramos, todo
aquello que nos satisfaga o nos proporcione placer gastronómico, y por tanto,
podremos explorar las artes culinarias sin reservas para deleitarnos con
sabores, texturas y aromas. Paralelamente, contaremos con una circulación
óptima de nutrientes por nuestra sangre, por medio de un proceso totalmente
independiente. Una posibilidad consistiría en hacer pasar todo lo que
comiéramos desconectando el tracto digestivo de cualquier tipo de absorción de
nutrientes al organismo.
Si bien esto podría suponer una sobrecarga para
el colon y las funciones del intestino grueso, una solución más refinada se
encargaría de la eliminación de residuos. Se podrá lograr esto gracias a nanorobots especiales que se encarguen de dicha
eliminación y actúen como diminutos compresores
de basura. Del mismo modo que unos nanorobots
introducen la carga nutritiva en el cuerpo, otros encargados de la eliminación
harían justo lo contrario, y de forma periódica, sustituiríamos estas prendas
por otras nuevas. Alguno podría argumentar que obtiene algún tipo de placer en
el proceso de eliminación, pero sospecho que la mayoría de las personas
preferirían arreglárselas sin ello.
En última
instancia no necesitaremos llevar prendas especiales o utilizar recursos
nutritivos explícitos. Del mismo modo que la informática se volverá
omnipresente y disponible para cualquiera, también los recursos básicos
metabólicos de los nanorobots se insertarán en
todo lo que nos rodea. De manera adicional, un aspecto importante a tener en
cuenta de este sistema será el mantenimiento de amplias reservas de todos los
recursos necesarios dentro del propio cuerpo. Nuestro cuerpo, versión 1.0, hace
todo esto pero de forma muy limitada. Por ejemplo, almacenando oxígeno en la
sangre sólo para unos pocos minutos o energía calórica, en forma de glucógeno,
para unos días. La versión 2.0 nos proporcionará mayores reservas y nos
permitirá carecer de recursos metabólicos durante periodos de tiempo muy
extensos.
Una
vez perfeccionado, ya no necesitaremos la versión 1.0 de nuestro sistema
digestivo. Como se ha señalado anteriormente, la adopción de dichas tecnologías
será prudente y progresiva, y no desecharemos la tecnología antigua justo nada
más aparecer la nueva. Casi todos esperaremos a que aparezcan las versiones 2.1
ó 2.2 antes de pensar en deshacernos de la versión 1.0. Después de todo, la
gente no tiró sus máquinas de escribir cuando aparecieron los procesadores de
texto. La gente conservó sus discos de vinilo durante años aún cuando ya
existían los CDS (yo aun tengo los míos). La gente también conserva las cámaras
de cinta de vídeo, a pesar de que la marea digital las está barriendo. Sea como
fuere, estas nuevas tecnologías acabaron por imponerse, y aún así mucha gente
sigue conservando su máquina de escribir. El mismo fenómeno se dará en nuestro
cuerpo rediseñado. Una vez que hayamos solucionado las primeras complicaciones
(siempre inevitables) que se deriven de un sistema gastrointestinal
reestructurado, comenzaremos a depender de él cada vez más.
SANGRE PROGRAMABLE
Mientras realizamos la ingeniería
inversa (esto es, aprendemos los principios operacionales) de nuestros
sistemas corporales, podremos reestructurar nuevos sistemas que nos
proporcionen mejoras increíbles. Un sistema dominante
que ya ha sido sometido a un proceso de rediseño conceptual y exhaustivo es la
sangre.
Uno
de los mayores defensores de la “nanomedicina” (rediseñar nuestros sistemas
biológicos por medio de ingeniería a escala molecular) y autor del libro del
mismo nombre es Robert Freitas, científico investigador para la empresa de
nanotecnología Zyvex Corp. El ambicioso manuscrito de Freitas es un mapa de
carreteras muy detallado para la reestructuración de nuestra herencia
biológica. Uno de los diseños de Freitas consiste en el reemplazo (o mejora) de
glóbulos rojos por medio de “respirocitos” que nos permitirían aguantar la
respiración durante 4 horas o correr a velocidad máxima durante 15 minutos sin
tomar aliento. Como la mayoría de nuestros sistemas biológicos, los glóbulos
rojos oxigenan nuestra sangre de manera muy poco eficiente, y Freitas los ha
rediseñado para un comportamiento óptimo. Ha detallado muchos de los
requerimientos físicos y químicos de manera impresionante.
Resultará
interesante ver cómo se trata este asunto en competiciones deportivas. Es de
suponer que se prohibirá el uso de respirocitos y otros sistemas similares en
competiciones deportivas tales como los Juegos Olímpicos, pero no dejará de ser
llamativo ver en los gimnasios escolares a los adolescentes batiendo marcas
olímpicas de manera rutinaria.
Freitas prevé plaquetas artificiales de tamaño microscópico
que podrían lograr la hemostasis (control del sangrado), 1.000 veces más rápido
que las biológicas. Describe microbívoros nanorobóticos (leucocitos de
reemplazo) que descargarán el software necesario para eliminar infecciones,
cientos de veces más rápido que los antibióticos tradicionales, siendo eficaz
contra toda infección bacteriana, viral o micótica, sin tener que preocuparse
por las limitaciones de determinado fármaco.
TENER O NO TENER UN CORAZÓN
El
siguiente órgano de mi lista de éxitos es el corazón. Es una máquina
sorprendente, pero sufre de muchos problemas graves. Es susceptible de sufrir
todo un abanico de fallos y errores, y representa un punto débil fundamental
para nuestro potencial de longevidad. Normalmente empieza a fallar mucho antes
que el resto del cuerpo, y a veces de forma muy prematura.
Aunque
los corazones artificiales ya empiezan a funcionar, algo más efectivo sería
deshacerse de él. Entre los ingenios de Freitas se encuentran reemplazos
nanorobóticos de nuestras células sanguíneas que se muevan de manera autónoma
(sin depender del torrente sanguíneo que las impulse). Si el sistema sanguíneo
se mueve de manera autónoma, los problemas derivados de un sistema con bombeo
centralizado (como el actual, dependiente del corazón) se pueden eliminar. A
medida que perfeccionamos los métodos para introducir y sacar los nanorobots de
nuestro suministro sanguíneo, también podemos reemplazarlos continuamente.
Con
las respirocitos transportando grandes cantidades de oxígeno, estaremos en
condiciones de eliminar los pulmones y reemplazarlos por nanorobots que nos suministren oxígeno y expulsen el
dióxido de carbono. Alguno podría decir que obtiene placer al respirar (incluso
más que con la evacuación). Y como con todos estos diseños
alcanzaremos sin duda estados intermedios en los que estas tecnologías mejoren
nuestros sistemas naturales, podremos tener lo mejor de ambos mundos. En
cualquier caso, no hay razón para mantener las complicaciones de la respiración
actual, así como la obligación de hacerlo en un aire respirable allá
donde vayamos. Si realmente encontramos placer en respirar, desarrollaremos
maneras para conservar esta experiencia sensorial.
No
necesitaremos tampoco aquellos órganos que producen sustancias químicas, hormonas
y enzimas que fluyen por la sangre y otras vías metabólicas. Ya somos capaces
de crear versiones biológicamente idénticas de muchas de esas sustancias, y en
un par de décadas recrearemos de forma rutinaria todas las que sean relevantes.
Estas sustancias (hasta el punto que aún sean
necesarias), se suministrarán a través de nanorobots, controlados por sistemas
inteligentes de biofeedback que mantendrán equilibrados los niveles del mismo
modo que lo hacen los sistemas naturales hoy día (por ejemplo, el control de
los niveles de insulina por las isletas pancreáticas). Y ya que vamos a
eliminar la mayoría de nuestros órganos biológicos, muchas de esas sustancias
ya no serán necesarias y se sustituirán por recursos que necesiten los sistemas
nanorobóticos.
Es
importante enfatizar que este proceso de rediseño no podrá llevarse a cabo en
un solo ciclo. Cada órgano y cada idea tiene su propia progresión, sus diseños
intermedios, y sus fases de implementación. No obstante, nos dirigimos
inexorablemente hacia un rediseño fundamental y radical de la versión 1.0 del
cuerpo humano, que resulta muy ineficaz y terriblemente limitada en su
funcionalidad.
ENTONCES, ¿QUÉ NOS QUEDA?
El esqueleto es una estructura estable, y ya tenemos una idea bastante buena de cómo funciona. En la actualidad ya reemplazamos partes aunque la tecnología empleada para ello es muy limitada. Nanorobots enlazables nos permitirán mejorar y, en última instancia, sustituir el esqueleto. Sustituir determinadas partes del esqueleto supone hoy día una cirugía dolorosa pero sustituirlo por medio de nanorobots podría hacerse de modo gradual no invasivo. El esqueleto humano de la versión 2.0 será muy fuerte y estable, con capacidad para repararse a sí mismo.
No
nos daremos cuenta de la ausencia de muchos de nuestros órganos, como por
ejemplo el hígado y el páncreas, ya que no experimentamos directamente su
funcionalidad. La piel, sin embargo, es un órgano que querremos conservar, o al
menos conservar su funcionalidad. La piel incluye nuestros órganos sexuales
primarios y secundarios, y nos proporciona una función vital de comunicación y
placer. En cualquier caso, en última instancia seremos capaces de mejorar la
piel con materiales resultado de la nanoingeniería que nos proporcionarán mayor
protección ante los efectos físicos y térmicos del entorno, a la vez que
aumentará nuestra capacidad de comunicarnos de una forma más íntima y
placentera. Lo mismo podría ser válido con la boca y el tercio superior del
esófago, que son el resto de componentes del sistema digestivo que utilizamos
para el acto de ingerir.
REDISEÑANDO EL CEREBRO HUMANO
El
proceso de revertir y rediseñar englobará también al sistema más importante del
organismo: el cerebro. Es, como mínimo, tan complejo como todos los demás
órganos juntos, y se emplea la mitad de nuestro código genético para
construirlo. Es erróneo considerar al cerebro como un solo órgano ya que en
realidad es una compleja colección de órganos procesadores de información e
interconectados jerárquicamente, como fruto de nuestra historia evolutiva.
El proceso de comprensión de los
principios operativos del cerebro humano ya está en camino. Las tecnologías de
escaneado y modelado neuronal están escalando exponencialmente, del mismo modo
que lo hace nuestro conocimiento de sus funciones. Ya hemos detallado modelos
matemáticos de un par de docenas de los cientos de regiones que comprenden el
cerebro humano.
La era de los implantes neuronales
también está en marcha. Contamos con implantes cerebrales basados en modelos
“neuromórficos” (como por ejemplo, la ingeniería inversa del cerebro humano y
del sistema nervioso) para un número creciente de regiones del cerebro.
Un amigo mío que se quedó sordo siendo un adulto, puede mantener conversaciones
telefónicas gracias a un implante coclear, un dispositivo que se conecta
directamente al sistema nervioso central. Ya está pensando en sustituirlo por
un nuevo modelo con un millar de niveles de frecuencia, lo que le permitiría
volver a escuchar música. Se lamenta que tiene las mismas canciones sonando en
su cabeza desde hace 15 años y está deseando escuchar canciones nuevas. Una
nueva generación de implantes cocleares nos proporcionará niveles de frecuencia
que llegarán mucho más allá de lo que es la audición “normal”.
Investigadores
del MIT y Harvard están desarrollando implantes neuronales
para sustituir retinas dañadas [4]. Para enfermos de Parkinson ya existen
implantes cerebrales que se comunican directamente con las regiones del núcleo
ventral posterior y del núcleo subtálmico del cerebro, invirtiendo los síntomas
más devastadores de la enfermedad. Para personas con parálisis cerebral y
esclerosis múltiple también viene de camino un implante que se comunica
directamente con el tálamo lateral ventral, resultando eficaz para controlar
los temblores. Rick Trosch, un médico estadounidense colaborador en estas
terapias pioneras dice que “más que tratar el cerebro como si fuera una sopa,
añadiendo sustancias químicas que aumentan o eliminan ciertos
neurotransmisores, lo que estamos haciendo ahora es tratarlo como un sistema de
circuitos”.
Se
están desarrollando una gran variedad de técnicas para establecer relaciones
entre las analogías del procesamiento de la información biológica con la
electrónica digital. Investigadores del Max Planck Institute, han desarrollado
dispositivos no invasivos capaces de comunicarse con las neuronas en ambas
direcciones [5]. Mostraron un “transistor neuronal”
controlando los movimientos de una sanguijuela mediante un ordenador. Algo
similar se ha empleado para reconectar neuronas de sanguijuela y hacer que
resuelvan problemas simples de lógica aritmética. Los científicos trabajan
ahora en los llamados “puntos cuánticos”, o
conexión de dispositivos electrónicos con neuronas, utilizando diminutos
cristales de material semiconductor [6].
Estos
desarrollos nos dan la posibilidad de reconectar rutas neuronales rotas en
pacientes con daños en el sistema nervioso y con lesiones medulares. Durante
mucho tiempo, se creyó que esto sólo podía ser viable con pacientes lesionados
recientemente, debido al deterioro gradual del sistema nervioso cuando no se
usa. Un descubrimiento reciente demuestra que es viable emplear un sistema neuroprotésico en pacientes con lesión medular
permanente. Los investigadores de la Universidad de Utah pidieron a un grupo de
tetrapléjicos que intentaran mover las extremidades
de varias formas diferentes para estudiar la respuesta del cerebro por
resonancia magnética (MRI). Descubrieron que, a pesar de que las vías neuronales de sus extremidades habían permanecido
inactivas durante muchos años, los patrones de actividad cerebral durante el
intento de movimiento eran muy similares a los que se observan en pacientes sin
esta discapacidad.
Por
lo tanto, seremos capaces de colocar sensores en el cerebro de una persona
paralítica (como por ejemplo se hizo con Christopher Reeve), programados para
reconocer los patrones cerebrales asociados con los movimientos intencionados,
y por consiguiente estimularán la secuencia adecuada de movimientos musculares.
Para aquellos pacientes cuyos músculos ya no funcionan, se han diseñado
sistemas “nanoelectromecánicos” (NEMS) que
pueden expandirse y contraerse para sustituir a los músculos dañados, y
activarse tanto con nervios reales como artificiales.
NOS ESTAMOS CONVIRTIENDO EN
CYBORGS
Cada
vez intimamos más con la tecnología. Los ordenadores empezaron siendo unas
enormes máquinas remotas en habitaciones con aire acondicionado y manejados por
técnicos de bata blanca. Poco a poco se fueron instalando
en nuestros escritorios, luego bajo el brazo como un libro y ahora ya
los tenemos en los bolsillos. Muy pronto los acabaremos instalando en el cuerpo
y en el cerebro. Acabaremos por ser más no-biológicos que biológicos.
El
beneficio de superar graves enfermedades y discapacidades permitirá desarrollar
esta tecnología, pero las aplicaciones médicas sólo suponen la primera fase.
Cuando se establezcan estas tecnologías no existirán barreras para ampliar el
potencial humano. Desde mi punto de vista, ampliar este potencial es
precisamente la principal distinción de nuestra especie.
Además,
todas las tecnologías subyacentes siguen acelerándose. Las posibilidades de la
informática han crecido de forma exponencial en el siglo pasado y seguirá esta
pauta de crecimiento en el presente siglo gracias a la computación
en tres dimensiones. El ancho de banda ancha de las comunicaciones y el ritmo
de la ingeniería inversa del cerebro también se está acelerando. Mientras
tanto, según mis modelos, el tamaño de la tecnología se reduce linealmente 5,6 veces por década, lo que hará que la
nanotecnología sea omnipresente en la década de 2020.
A
finales de esa década, dejaremos de ver la
informática como una tecnología aparte que necesitamos llevar encima.
Dispondremos de imágenes de alta resolución,
abarcando todo el campo visual, plasmadas directamente en nuestras retinas con
gafas o lentes de contacto (el Departamento de Defensa de EEUU ya usa
tecnología de este tipo desarrollada por Microvision, una compañía con sede en
Bothell, Washington). Dispondremos también de conexiones a Internet de alta
velocidad en cualquier momento. La electrónica necesaria para esto ya estará
insertada en la ropa. Hacia el año 2010, estos ordenadores tan personales nos
permitirán conocernos unos a otros en entornos de total inmersión,
visual-auditivos y realidad virtual, permitiéndonos incrementar la visión con
información específica del lugar y momento.
Hacia
2030 la electrónica que se empleará, se basará en circuitos de tamaño molecular, ya se habrá completado la ingeniería inversa del cerebro
humano y los bioMEMS habrán evolucionado hasta convertirse en bioNEMS (sistemas biológicos nanoelectromecánicos).
Será habitual contar con miles de millones de nanorobots
(robots a escala nanométrica) corriendo por los capilares del cerebro,
comunicándonos con otras personas (con una red de área local sin cables), y
comunicando nuestras neuronas biológicas a Internet. Una aplicación será la de
proporcionar una inmersión a la realidad virtual que incluya todos nuestros sentidos.
Cuando queramos entrar a una realidad virtual, los nanorobots
sustituirán la señal biológica de los sentidos reales por otras que el cerebro
pueda recibir como si estuviéramos dentro de esa realidad virtual.
Podremos
contar con una colección de entornos virtuales entre los que elegir, desde
sitios familiares que ya conocemos hasta mundos no terrestres. Seremos capaces
de desplazarnos a esos lugares virtuales e interaccionar con otras personas
(reales o simuladas), y a niveles tan dispares que pueden ir desde
negociaciones empresariales hasta encuentros sexuales. En la realidad virtual
no tendremos que ser una única persona ya que se podrá cambiar nuestra
apariencia y convertirnos en otra.
La
aplicación más importante de los nanorobots
hacia el año 2030 será la de ampliar, literalmente, nuestra mente. En la
actualidad estamos limitados a unos
cien billones de conexiones
interneuronales. Por medio de conexiones virtuales vía nanorobótica,
podremos aumentarlas, lo que nos facilitará la ampliación también de ciertas
habilidades, como las de reconocimiento, de recuerdo o la capacidad de
pensamiento general, así como relacionarnos directamente con formas no
biológicas de inteligencia.
Es
importante darse cuenta de que una vez que la inteligencia no biológica llegue
a ser un punto de apoyo en el cerebro (un punto que
ya hemos alcanzado), aumentará exponencialmente igual que lo hacen las
tecnologías de información. Un sistema de una pulgada con circuitos de nanotubos (que ya funciona a menor escala en laboratorios),
será un millón de veces más poderoso que el cerebro humano. Hacia el año 2040,
la parte de inteligencia no biológica de nuestro cerebro será mucho más
poderosa que la biológica. De todas formas, será aún una parte de la máquina humana de la civilización, derivada de
la inteligencia humana (por ejemplo creada por humanos, o máquinas creadas por
humanos) y se basará, al menos en parte, en la ingeniería inversa del sistema
nervioso humano.
Stephen Hawking comentó no hace
mucho en la revista alemana Focus que la inteligencia artificial
superará a la humana en unas pocas décadas. Defiende que “desarrollemos tan
rápido como sea posible tecnologías para conectar directamente el cerebro con
el ordenador, de modo que los cerebros artificiales contribuyan a ampliar la
inteligencia humana más que oponerse a ella”. Hawking puede estar seguro de que
el programa de desarrollo que recomienda está en camino.
Referencias
1) Tao,
Sarah & Dasai Tejal A; “Microfabricated Drug Delivery Systems: From
particles to pores” en: Advanced Drug Delivery Reviews (2003, Vol. 55);
pág.315–328
2)
Jamieson, B & Buzsaki, G & Wise, KD; “A 96-Channel Silicon Neural
Recording Probe with Integrated Buffers,” en: Annals of Biomedical
Engineering, (2000, Vol. 28 Supplement 1); pág. S-112
5)
Fromherz, Peter; “Neuroelectronic Interfacing: Semiconductor Chips with Ion
Channels, Nerve Cells, and Brain” en: Nanoelectronics and Information Technology
(2003) editado por Waser, R;
Wiley-VCH Press; pág. 781–810
6)
Winter, JO & Liu, TY & Korgel, BA & Schmidt, CE; “Recognition
molecule directed interfacing between semiconductor quantum dots and nerve
cells” en: Advanced Materials (2001, Vol. 13); pág. 1673–1677